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Entrar a Tacos de Armando en Reforma es como toparte con un pedazo de Sonora en pleno caos chilango.
Desde la entrada, el lugar engancha: diseño moderno con toques cálidos, barra lista para el antojo y esa vibra que pide quedarte más de lo planeado.
Pero lo que realmente atrapa es la carne. Asada directo de Sonora, jugosa, bien sazonada y con ese aroma a parrilla que hace imposible no salivar en cuanto llega a la mesa.
Y sí, el combo se completa con tortillas de harina hechas a mano, suaves y calientitas. No son un acompañamiento: son la base de la experiencia.
Entre taco y taco, las aguas artesanales son un alivio delicioso: la jamaica, fresca y ácida; la horchata, cremosa y reconfortante. Ese equilibrio que toda buena taquería debería tener, pero aquí con nivel extra.
La barra de guacamole, salsas y aderezos es un parque de diversiones: cada quien arma su taco a su estilo, jugando entre lo picoso y lo fresco.
Y si quieres elevar la experiencia, la carta incluye cervezas, vinos y cocteles que maridan perfecto con la carne asada.
El cierre fue sorpresa total: los postres. Dulces bien pensados, ligeros, que balancean la intensidad de la carne y dejan ese sabor de “ya quiero volver”.
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El diseño mezcla tradición con frescura: muros con detalles modernos, madera cálida y un ambiente relajado que convierte la visita en más que una taquería.
Es un espacio para quedarse, cotorrear con amigos o cerrar el día con una buena charla y una chela fría.