En Oaxaca, el Día de Muertos no se celebra: se vive.
Las calles se visten de cempasúchil, los altares se llenan de copal y el aire se impregna de pan recién horneado y mezcal artesanal. No hay escenario más auténtico ni más sensorial para entender cómo una cultura convierte la muerte en arte.
Tradición viva en cada esquina
Del 31 de octubre al 2 de noviembre, la ciudad se transforma en un tapiz de color y memoria. Las familias colocan ofrendas en patios coloniales, los mercados rebosan de flores, papel picado y figuras de barro negro, y las comparsas recorren el centro histórico con música y máscaras que desafían al tiempo.
Uno de los momentos más memorables es la visita al Panteón General, donde las tumbas se iluminan con cientos de velas. La atmósfera es sobrecogedora: entre rezos y risas, los oaxaqueños conviven con sus muertos como si nunca se hubieran ido.
Dato con alma: esta tradición tiene raíces en las antiguas festividades mixtecas y zapotecas dedicadas a Mictecacíhuatl, la diosa de la muerte. Durante la Colonia, esas creencias se fusionaron con el calendario católico, dando origen a la celebración que hoy distingue a Oaxaca en todo el mundo. Cada noviembre, la capital se convierte en una galería viva donde lo prehispánico y lo colonial dialogan entre aromas de copal y cantos de calenda.
Gastronomía que cuenta historias
Oaxaca también honra a sus ancestros desde la mesa. En estas fechas, el pan de muerto se acompaña con chocolate espumoso, y los moles —negro, coloradito, amarillo— adquieren un carácter ceremonial. Cada sabor es una ofrenda.
Criollo
Levadura de Olla @orlandomadrid_photo
Para una experiencia verdaderamente especial, hay dos paradas obligadas: Criollo, del chef Enrique Olvera, donde la cocina oaxaqueña se reinterpreta con precisión contemporánea y un respeto casi ritual por el producto.
Criollo
Levadura de Olla, de Thalía Barrios, que lleva la memoria de su pueblo a cada plato, celebrando los ingredientes de temporada y el trabajo de las mujeres cocineras.
Levadura de olla
Hospedaje Royal
Dormir en Oaxaca es parte del rito.
Las opciones más refinadas se funden con el espíritu local sin perder elegancia:
Hotel Escondido Oaxaca (Grupo Habita): un refugio de diseño minimalista, luz cálida y arquitectura que respira calma.
Hotel Escondido Oaxaca
Hotel Escondido Oaxaca
Casa Antonieta: ubicada en una casona restaurada del siglo XIX, combina historia, arte y hospitalidad personalizada.
El lujo de lo esencial
En Oaxaca, el lujo no brilla: resplandece en silencio.
En la textura del barro, en la llama que no se apaga, en el sabor que sobrevive generación tras generación.
Viajar aquí en Día de Muertos no es turismo: es asistir a una ceremonia colectiva sobre la belleza de recordar.
Casa Antonieta Foto: Victor Hugo Morales @whitelab_mx
Casa Antonieta Foto: Victor Hugo Morales @whitelab_mx